El mundo de la citopatología se definió con la llegada del screening del cáncer cervical concebido y promovido por el Dr. George Papanicolaou, y se revolucionó con la llegada de la biopsia por aspiración con aguja fina y de la citología en base líquida. La unión de ambas proporciona una potente herramienta de diagnóstico que facilita los estudios moleculares y auxiliares de enfermedades oncológicas e infecciosas.
Ambas representan la vanguardia y la norma de la práctica médica. Juntas suponen el refuerzo de las bases de la citopatología
La biopsia por aspiración con aguja fina [BAAF] tiene sus orígenes en Estocolmo en el Karolinska y Radiumhemmet Hospital, en las manos de los pioneros doctores Franzen y colaboradores, corroboraron los datos de biopsias, validando la afirmación de que los criterios de diagnóstico celular eran fiables para los patrones tisulares y que la sonda de aguja constituía una práctica herramienta diagnóstica que podía proporcionar información equivalente a la extraída del tejido de una forma mínimamente invasiva.
En la década de los 30, una escéptica sociedad médica norteamericana rechazó el intento de Martin por introducir una BAAF que hacía la competencia a las nuevas tecnologías, a las secciones congeladas y a la citología exfoliativa. Esta provocativa técnica encontró su camino en ciertos centros médicos universitarios en donde los patólogos aprendieron a interpretar los patrones celulares y en donde los médicos superaron su escepticismo y ambivalencia.
Bajo la influencia de patólogos especialistas como Dr. Koss y Dr. Frable, la biopsia por aspiración comenzó a florecer y la American Society of Cytopathology introdujo cursos de aprendizaje en su reunión científica anual. El Dr. Frable y colaboradores realizaron seminarios prácticos en los que se enseñaba la técnica de aspiración, los criterios a seguir y la correlación con los patrones histológicos, convenciendo a todos de la precisión, eficacia y seguridad del procedimiento. Así, muchos otros patólogos se entusiasmaron con la BAAF y, finalmente, se convirtió en un elemento aceptado en los programas de residencia, cursos de especialización y, eventualmente, en la práctica general. La colaboración con radiólogos intervencionistas aseguró su éxito final cuando la tomografía computarizada, la ultrasonografía y la fluoroscopia garantizaron un acceso visual controlado a las lesiones viscerales profundas con un riesgo aceptable y con óptimos resultados.
Una sociedad informada con un gran problema de tumores y con una progresiva responsabilidad financiera por su gestión fue receptiva a un procedimiento preciso, rentable y mínimamente invasivo que era adaptable a un entorno de pacientes ambulatorios y que favoreció su participación en la elección y la conveniente implementación de la terapia. La técnica se adecuaba perfectamente a los intentos de mejora de la calidad, ya que ofrecía un esfuerzo orientado a los resultados y basado en datos medibles. La introducción de la citología en base líquida proporcionó una nueva dimensión: la aguja podía lavarse en el fluido de recogida para crear una reserva de células, para preservar y mantener la integridad de la muestra y para aumentar el análisis citológico y las técnicas auxiliares.
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